Jamás se ha sabido que alguien le haya abierto los ojos a uno que nació ciego.
Y hubo relámpagos, estruendos, truenos y un violento terremoto. Nunca, desde que el género humano existe en la tierra, se había sentido un terremoto tan grande y violento.
Así lo había prometido hace mucho tiempo por medio de sus santos profetas.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a quienes lo aman y hacen su voluntad.
Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
Pero otros opinaban: «Estas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrirles los ojos a los ciegos?».