Sus padres contestaron así por miedo a los judíos. Es que ya estos habían acordado que se expulsara de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo.
Había entre la gente una mujer que hacía doce años que sufría de constantes derrames de sangre, sin que nadie pudiera sanarla. Había gastado todo lo que tenía en médicos.