¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan. Sin embargo, si otro viniera en su propio nombre, a ese sí lo aceptarían.
El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta.
»¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!
Al escucharlo, muchos de sus discípulos dijeron: «Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?».
Ellos no entendieron que les hablaba de su Padre.
No hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios.
Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han tapado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se arrepentirían, y yo los sanaría”.
Les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios. Y los que la oigan vivirán.
―Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—. Nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que seremos liberados?
―Nuestro padre es Abraham —respondieron. Entonces Jesús les contestó: ―Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo.