Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre.
»“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
Pues la vida que antes llevaban ya ha muerto y Dios les ha dado una nueva vida por medio de Cristo.
Pero, como Jesús vive para siempre, su trabajo como sacerdote nunca se acabará.