Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!». Pero otros decían: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea?
―¿También tú eres de Galilea? —respondieron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
―¡De Nazaret! —respondió Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? ―Ven a ver —le contestó Felipe.
Sin embargo, muchos creyeron en él, y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales milagrosas que este hombre?».
Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
―Ya no creemos solo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—. Ahora lo hemos oído nosotros mismos. Y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo.
―Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?
―Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.
―Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael.
Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: ―Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo).
Nosotros sabemos de dónde viene este hombre. Pero cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde viene».