―Señor —respondió—, no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua. Y, cuando trato de hacerlo, otro se mete antes.
¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? La vida cristiana es como una carrera, así que, corran, para que tengan su premio.
A la verdad, como no podíamos salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados.
En esas entradas se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque que tenía cinco entradas. El estanque tenía el nombre hebreo de Betzatá.
Jesús lo vio allí, tirado en el suelo. Y, cuando se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó: ―¿Quieres sanarte?