Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo.
Cuando fue bautizada con su familia, nos hizo la siguiente invitación: «Si ustedes me consideran creyente en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa». Y nos convenció.
En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y aun para todos los que viven lejos. Es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.