―María —le dijo Jesús. Ella se volvió y dijo: ―¡Raboni! —que en hebreo significa: Maestro.
El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: ―¿Qué buscan? ―Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro).
Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía: ―¡Cornelio!
Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: ―Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron: ―Maestro, ¿cuándo llegaste acá?
―¡Señor mío y Dios mío! —dijo Tomás.
Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.
Dicho esto, Marta regresó a la casa. Llamó a su hermana María y le dijo en secreto: ―El Maestro está aquí y te llama.
Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque que tenía cinco entradas. El estanque tenía el nombre hebreo de Betzatá.
Este fue de noche a visitar a Jesús. ―Maestro —le dijo—, sabemos que has venido de parte de Dios. Pues nadie podría hacer las señales milagrosas que tú haces si Dios no estuviera con él.
―Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael.
―Marta, Marta —le contestó el Señor—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas,
Pero Jesús les dijo en seguida: ―¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.
―¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. ―Maestro, quiero ver —respondió el ciego.