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Referencias Cruzadas

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Juan 19:11

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba —le contestó Jesús—. Por eso el que me puso en tus manos es culpable de un pecado más grande.

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37 Referencias Cruzadas  

Todos deben respetar a las autoridades públicas. Dios es quien da autoridad a los gobernantes, así que las que existen fueron establecidas por él.

―Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo dé —les respondió Juan—.

Jesús fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios. Y, por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha dado la gloria a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y lo rechazaron ante Pilato, aunque este había decidido soltarlo.

Entonces quisieron arrestarlo, pero nadie lo hizo porque aún no había llegado su hora.

Toda cosa buena y todo regalo perfecto vienen de Dios Padre, el creador de la luz. Él nunca cambia ni tiene momentos de duda.

Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”.

Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace.

Pues todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén.

Así hicieron lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera.

Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador.

El traidor les había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ese es; arréstenlo y llévenselo bien asegurado».

Así que Judas fue al huerto. Llegó al frente de un grupo de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos. Llevaban antorchas, lámparas y armas.

Jesús les contestó: ―Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado. Pero, como afirman que ven, su pecado permanece.

Todos los días estaba con ustedes en el Templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.

―¡Ha ofendido a Dios! —dijo el sumo sacerdote, rompiendo sus vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la ofensa!

y lo llevaron primeramente a Anás. Este era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.

―¿Te niegas a hablarme? —le dijo Pilato—. ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?




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