Mientras tanto, Simón Pedro seguía de pie, calentándose. ―¿No eres tú también uno de sus discípulos? —le preguntaron. ―¡No lo soy! —dijo Pedro, negándolo.
Al quedar libres, Pedro y Juan volvieron a donde estaban sus compañeros. Les contaron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los líderes.
Así que Judas fue al huerto. Llegó al frente de un grupo de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos. Llevaban antorchas, lámparas y armas.