―¿Acaso no te vi en el huerto con él? —insistió uno de los siervos del sumo sacerdote. Este era pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja.
Este vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos, y dijo: ―Así dice el Espíritu Santo: “De esta manera atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón y lo entregarán en manos de los no judíos”.