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Referencias Cruzadas

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Juan 13:8

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

―¡No! —protestó Pedro—. ¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le contestó: ―Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.

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28 Referencias Cruzadas  

nos salvó. Y lo hizo no porque hiciéramos lo justo, sino por su misericordia. Nos salvó por medio del poder del Espíritu Santo, pues ese poder nos limpió de pecado y nos hizo nuevas personas.

Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y pídele al Señor Jesús que perdone tus pecados”.

Acerquémonos entonces a Dios con corazón sincero y con la completa seguridad que da la fe. Cristo nos ha limpiado de pecado, como quien es bañado con agua pura. Por eso, acerquémonos con una conciencia tranquila.

Dio su vida para hacerla santa. Él la limpió de toda maldad por medio de su mensaje y del bautismo.

Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido perdonados por Dios, y él ahora los considera santos y justos. Y todo eso lo hizo gracias al Señor Jesucristo y por medio de su Espíritu. Dios los ha lavado de toda esa maldad.

―Eso usted lo sabe, mi señor —respondí. Él me dijo: ―Son los que pasaron por el gran tiempo de sufrimiento. Esta gente ha sido perdonada de sus pecados por medio del derramamiento de la sangre del Cordero.

y a Jesucristo. Él es el que siempre dice la verdad, el primero en resucitar y el que gobierna sobre los reyes de la tierra. Él nos ama y al derramar su sangre nos ha librado de nuestros pecados.

Sin duda esas enseñanzas parecen muy sabias, y te podrían hacer parecer muy religioso, humilde y con dominio de tu cuerpo. Sin embargo, esas cosas no te ayudarán a vencer los malos deseos de tu naturaleza humana.

No se dejen criticar de esos que mienten diciendo que son humildes y adoran ángeles. Dicen que tienen visiones, pero no es verdad. Se sienten orgullosos de su malvada manera de pensar.

―Te aseguro que quien no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—.

―Aunque todos te abandonen —declaró Pedro—, yo jamás lo haré.

“No quiero”, contestó, pero después se arrepintió y fue.

―Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro—, jamás te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo.

Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: ―¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!

Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: ―¿Y tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?

Entonces Pedro le dijo: ―Señor, ¡no solo los pies, sino también las manos y la cabeza!




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