Pues, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve.
En Betania, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa de Simón llamado el Leproso, llegó una mujer con un frasco muy fino. El frasco estaba lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Ella rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
También dijo Jesús al que lo había invitado: ―Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos. Pues ellos, a su vez, te podrían invitar y así serías recompensado.
Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre pendientes de su llegada. Créanme que el señor se ajustará la ropa, hará que los siervos se sienten a la mesa, y él mismo se pondrá a servirles.
Luego, Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí muchos cobradores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos.