Pero algunos de ellos comentaban: ―Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?
María llegó adonde estaba Jesús. Al verlo, se arrojó a sus pies y le dijo: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
―Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: ―¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él. ―Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Elegido.
Que baje ahora de la cruz ese Cristo, el rey de Israel, para que veamos y creamos. También lo insultaban los que estaban crucificados con él.