―Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
María llegó adonde estaba Jesús. Al verlo, se arrojó a sus pies y le dijo: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo: ―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá.
Pero algunos de ellos comentaban: ―Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?
María fue la que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.
Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».