No se negó a declararlo, sino que confesó con claridad: ―Yo no soy el Cristo.
Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.
Cuando estaba completando su carrera, Juan decía: “¿Quién suponen ustedes que soy? No soy aquel. Miren, después de mí viene uno a quien no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias”.