Así que sus discípulos se lo llevaron de noche y lo bajaron en un canasto por una abertura en la muralla.
Sin embargo, me bajaron en un canasto por una ventana de la muralla. Así escapé de las manos del gobernador.
Todos comieron hasta quedar satisfechos. Después, los discípulos recogieron siete canastas llenas de pedazos que sobraron.
Pero Saulo se enteró de sus intenciones. Día y noche vigilaban de cerca las puertas de la ciudad para matarlo.
Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos. Pero todos tenían miedo de él, porque no creían que de veras fuera discípulo.
Entonces decidieron que cada uno de los discípulos enviaría ayuda a los creyentes que vivían en Judea. Cada uno ayudaría según sus recursos.