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Referencias Cruzadas

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Hechos 9:2

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Por eso le pidió al sumo sacerdote que le diera cartas de autorización. Quería ir a las sinagogas de Damasco para arrestar a todos los que creían en Jesús. Los llevaría presos a Jerusalén, fueran hombres o mujeres.

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23 Referencias Cruzadas  

Por aquellos días se produjo un gran alboroto por causa del mensaje de Jesús.

Pero algunos eran muy tercos, se negaron a creer y hablaban mal del mensaje de Jesús a la gente. Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos. Todos los días les hablaba en la escuela de Tirano.

Sin embargo, sí confieso que adoro al Dios de nuestros antepasados. Lo adoro junto con el grupo de los que han aceptado el mensaje de Jesús. Y lo he aceptado porque estoy de acuerdo con todo lo que enseña la Ley. También creo lo que está escrito en el libro de los Profetas. A este grupo mis acusadores lo llaman secta.

Entonces Félix, que estaba bien informado de todo lo referente al mensaje de Jesús, suspendió la reunión. ―Cuando venga el comandante Lisias, decidiré su caso —les dijo.

Él hablaba con pasión y enseñaba con claridad acerca de Jesús. Alguien le había enseñado acerca del Señor, aunque solo conocía lo referente al bautismo de Juan.

Y ahora ha llegado aquí con autorización de los jefes de los sacerdotes. Ha venido para llevarse presos a todos los que te adoran.

»En uno de esos viajes iba yo rumbo a Damasco con la autoridad de los jefes de los sacerdotes a cumplir mi misión.

Este rey engañó a nuestro pueblo y oprimió a nuestros antepasados. Los obligó a dejar abandonados a sus hijos recién nacidos para que murieran.

Con él se pusieron a discutir unos hombres de la sinagoga llamada de los Libertos. Entre ellos había judíos de Cirene y de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia.

»Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.

―Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.

Todos los que le oían quedaban asombrados y preguntaban: «¿No es este el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre? ¿Y no ha venido aquí para llevárselos presos y entregarlos a los jefes de los sacerdotes?».

Eso es precisamente lo que hice en Jerusalén. Con la autoridad de los jefes de los sacerdotes metí en la cárcel a muchos de los creyentes. Y, cuando los mataban, yo daba mi aprobación.

En Damasco, el gobernador nombrado por el rey Aretas mandó que se vigilara la ciudad de los damascenos con el fin de arrestarme.

Tampoco subí a Jerusalén para ver qué opinaban los que eran apóstoles antes que yo. Más bien, fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco.




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