Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque piensan que en ellas encuentran la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!
Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha hasta el cien, el sesenta y el treinta por uno».
Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Estas son las semillas sembradas junto al camino.
Sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras que se entiendan. Pues, si me doy a entender, podré instruir a los demás. Eso es más útil que hablar diez mil palabras en lenguas extrañas.
»Ahora bien, cuando vean “el horrible sacrilegio” donde no debe estar (el que lee, que lo entienda), entonces los que estén en Judea huyan a las montañas.
Para esto se necesita sabiduría. El que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, que corresponde a una persona. Ese número es el seiscientos sesenta y seis.
Felipe comenzó el viaje y se encontró con un importante oficial etíope. Estaba encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes. Este había ido a Jerusalén para adorar.