Dios le dijo: “Tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña. Allí serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años.
Lo que quiero decir es esto: La Ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no elimina el pacto que Dios ya había confirmado. Si lo hubiera hecho, la promesa no tendría valor.