Entonces todos ellos, gritando con fuerza, se taparon los oídos y se le fueron encima.
Los judíos agarraron a este hombre y estaban a punto de matarlo. Pero yo llegué con mis soldados y lo rescaté, porque me había enterado de que es ciudadano romano.
Al oír esto, rechinando los dientes, se enojaron mucho contra él.
―¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!
Lo sacaron a empujones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores dejaron sus ropas al cuidado de un joven llamado Saulo.