―¿Son ciertas estas acusaciones? —le preguntó el sumo sacerdote.
Todos los que estaban sentados en el tribunal fijaron la mirada en Esteban. Y vieron que su rostro se parecía al de un ángel.
Él contestó: ―Amigos israelitas y líderes del pueblo, ¡escúchenme! El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham. Lo hizo cuando este aún vivía en Mesopotamia, antes de irse a vivir en Jarán.