En esto, se presentó alguien que les informó: «¡Miren! Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el Templo y siguen enseñando al pueblo».
Al oírlo, el capitán de la guardia del Templo y los jefes de los sacerdotes se quedaron asombrados. Se preguntaban en qué terminaría todo aquello.
Fue entonces el capitán con sus guardias y trajo a los apóstoles. Lo hizo sin hacer uso de la fuerza, pues tenían miedo de ser apedreados por la gente.
Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los incrédulos.
Pero algunos de ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Un día subían Pedro y Juan al Templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración.