Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios sin ningún temor.
No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes. Y les encargué que vayan y den mucho fruto, un fruto que permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
Pedro y Juan eran personas sin estudios ni preparación. Por eso, al ver la valentía con que ellos hablaban, los gobernantes se quedaron asombrados. Reconocieron que habían estado con Jesús.
En todo caso, Pablo y Bernabé pasaron allí bastante tiempo. Hablaban valientemente en el nombre del Señor, quien confirmaba el mensaje de su inmerecido amor. Lo confirmaba haciendo milagros y maravillas por medio de ellos.
Tengo el gran deseo y la firme confianza de que en nada seré avergonzado. Al contrario, ya sea que yo viva o muera, ahora y siempre quiero ser valiente, para que Cristo sea grandemente alabado por medio de mí.