Después de nuevas amenazas, los dejaron irse. Por causa de la gente, no hallaban manera de castigarlos. Todos alababan a Dios por lo que había sucedido.
«¿Qué vamos a hacer con estos sujetos? Es un hecho que por medio de ellos ha ocurrido un milagro evidente. Todos los que viven en Jerusalén lo saben, y no podemos negarlo.