Cuando amaneció, no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía que tenía playa. Entonces decidieron que el barco tenía que quedar atrapado en esa playa a como diera lugar.
Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para salir hacia Macedonia. Estábamos convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar la buena noticia a los macedonios.
Decidieron enviarnos a Italia por barco. Pablo y algunos otros presos fueron entregados a un capitán del ejército romano llamado Julio, que pertenecía al batallón imperial.