Entonces Pablo les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos no se quedan en el barco, no podrán salvarse ustedes».
Pero el capitán romano, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del capitán del barco y de su dueño.
Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo.
Los marineros intentaron escapar del barco. Inventaron la excusa de que iban a echar algunas anclas por la parte delantera del barco. Pero, en realidad, comenzaron a bajar el bote salvavidas al mar.
Así que los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.
A los demás les dijo que salieran agarrados de tablas o de restos del barco. De esta manera todos llegamos sanos y salvos a tierra.