Así que, ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo.
¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!».
Y es por anunciar ese mensaje que ahora paso sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído. También estoy seguro de que Cristo tiene poder para guardar hasta el día del juicio final lo que le he confiado.
Pero el capitán romano, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del capitán del barco y de su dueño.
Todos se animaron y también comieron.