Al tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar todas las cuerdas del barco.
Al día siguiente, la tempestad seguía golpeando con mucha fuerza contra nosotros, así que comenzaron a echar la carga del barco al mar.
Pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas. La tempestad seguía con fuerza, y perdimos al fin toda esperanza de salvarnos.