El barco quedó atrapado por la tempestad y no podía hacerle frente al viento, así que nos dejamos llevar por el viento.
Fíjense también en los barcos. Con un pequeño timón el capitán guía el barco por donde quiere. Y lo hace aunque el barco sea muy grande y lo impulsen vientos muy fuertes.
Llevábamos catorce noches empujados por el viento en el mar Adriático. A eso de la medianoche, los marineros presintieron que se aproximaban a tierra.
Poco después, se nos vino encima un viento huracanado, llamado Nordeste, que venía desde la isla.
Mientras pasábamos por una pequeña isla llamada Cauda que nos protegía del viento, con mucha dificultad pudimos sujetar el bote salvavidas.