Poco después, se nos vino encima un viento huracanado, llamado Nordeste, que venía desde la isla.
Se desató entonces una fuerte tormenta. Las olas golpeaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.
De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido.
El barco quedó atrapado por la tempestad y no podía hacerle frente al viento, así que nos dejamos llevar por el viento.