«Señores, veo que nuestro viaje va a ser peligroso y que va a causar muchos daños, tanto al barco y su carga como a nuestras propias vidas».
Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir. Ninguno de ustedes perderá ni un solo cabello de la cabeza».
«Si el que es bueno a duras penas se salva, ¿qué será del pecador que no cree en Dios?».
Entonces Pablo les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos no se quedan en el barco, no podrán salvarse ustedes».
Después de ver a lo lejos la costa sur de la isla de Chipre, navegamos hacia Siria. Luego llegamos a Tiro, donde el barco tenía que descargar.