Entonces Agripa le dijo a Pablo: ―Tienes permiso para defenderte. Pablo hizo una señal con la mano y comenzó así su defensa:
―¡Ve! —insistió el Señor—, porque he elegido a ese hombre como mi instrumento. Él dará a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.
―Rey Agripa, para mí es un privilegio presentarme hoy ante usted para defenderme de las acusaciones de los judíos.
―¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?
En cambio, respecto de Israel, dice: «Todo el día le abrí mis brazos a un pueblo desobediente y rebelde».
Les respondí que esa no es nuestra costumbre. Nosotros los romanos le damos al acusado la oportunidad de defenderse y ver la cara de sus acusadores.
«Amigos israelitas y líderes del pueblo, escuchen ahora mi defensa».
Me parece tonto enviar un preso sin decir de qué se le acusa.