―Amigos, no me había dado cuenta de que es el sumo sacerdote —respondió Pablo—. De hecho, las Escrituras dicen: “No hables mal del jefe de tu pueblo”.
Esto les espera especialmente a los que siguen sus deseos de pecar y desprecian la autoridad del Señor. ¡No son sino unos atrevidos y orgullosos! No tienen temor de insultar a los seres celestiales.
»Después de una ausencia de varios años, volví a Jerusalén para traerle donativos a mi pueblo y presentar ofrendas.
Los que estaban junto a Pablo le dijeron: ―¿Cómo te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios?