La discusión se volvió tan violenta que el comandante tuvo miedo de que hicieran pedazos a Pablo. Así que ordenó a los soldados que sacaran a Pablo de allí por la fuerza y lo llevaran al cuartel.
Entre la gente cada uno gritaba una cosa distinta. Como el comandante no pudo averiguar la verdad a causa del alboroto, mandó que llevaran a Pablo al cuartel.
Cuando los soldados estaban a punto de meterlo en el cuartel, Pablo le preguntó al comandante: ―¿Me permite decirle algo? ―¿Hablas griego? —le preguntó el comandante—.
Luego le ordenó al capitán de los soldados que mantuviera vigilado a Pablo. Pero también le dijo que le diera cierta libertad y permitiera que sus hermanos en la fe lo atendieran.