Los que me acompañaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me hablaba.
Los hombres que viajaban con Saulo se detuvieron. Estaban asustados, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo. Era más brillante que el sol y su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes.