Él se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, ¡recibe la vista!”. Y en aquel mismo instante recuperé la vista y pude verlo.
Ya no lo recibas como a un esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido. Él es muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor.