Como no logramos convencerlo, dejamos de insistir. Y dijimos: ―¡Que se haga la voluntad del Señor!
«Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo. Pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya».
Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».
Yendo un poco más allá, se arrodilló, se inclinó hasta tocar el suelo con su rostro, y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».
Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en los cielos.
Él les dijo: ―Cuando oren, digan: »“Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.