Pablo bajó, se echó sobre el joven y lo abrazó. «¡No se alarmen! —les dijo—. ¡Está vivo!».
Entró y les dijo: «¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta, sino dormida».
―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.
Dicho esto, añadió: ―Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.
Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: ―No llores.
Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, comenzó a dormirse mientras Pablo alargaba su discurso. Cuando se quedó profundamente dormido, se cayó desde el tercer piso, y lo recogieron muerto.