En efecto, David dijo de él: »“Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer.
Miren que la hora viene, y ya está aquí, en que ustedes serán dispersados. Cada uno se irá a su propia casa y a mí me dejarán solo. Sin embargo, solo no estoy, porque el Padre está conmigo.
Ambos tenían una conducta recta delante de Dios. Obedecían todas las instrucciones y mandamientos del Señor.
Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua. Mi cuerpo también vivirá en esperanza.