Pablo quiso presentarse ante la gente y hablarles, pero los discípulos no se lo permitieron.
―No, yo soy judío, nacido en Tarso, una ciudad muy importante de Cilicia —le respondió Pablo—. Por favor, permítame hablarle al pueblo.
Pero algunos eran muy tercos, se negaron a creer y hablaban mal del mensaje de Jesús a la gente. Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos. Todos los días les hablaba en la escuela de Tirano.
Incluso algunas autoridades de la provincia, que eran amigos de Pablo, le enviaron un mensaje. Le rogaban que no se arriesgara a entrar en el teatro.