Era tal la cantidad de hombres y mujeres que hasta sacaban a los enfermos a las plazas y los ponían en camillas. Esperaban que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.
Su fama se extendió por toda Siria. Por eso, le llevaban a todos los que sufrían diversas enfermedades y los que sufrían de dolores graves. También le llevaban a los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y Jesús los sanaba.