Por medio de los apóstoles ocurrían muchos milagros y maravillas entre el pueblo. Y todos los creyentes se reunían de común acuerdo en las afueras del Templo, en la entrada a la puerta de Salomón.
Dios también nos confirmó su validez por medio de hechos asombrosos, maravillas, muchos milagros y habilidades dadas por el Espíritu Santo según su voluntad.
Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y le dijo al espíritu: ―¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó.
Dios les dio su Espíritu y también hizo milagros entre ustedes. Díganme, ¿lo hizo porque ustedes hicieron lo que demanda la Ley o por aceptar con fe el mensaje de la buena noticia?
Todos los reunidos guardaron silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo. Los escucharon contar los milagros y maravillas que Dios había hecho por medio de ellos entre los que no son judíos.
En todo caso, Pablo y Bernabé pasaron allí bastante tiempo. Hablaban valientemente en el nombre del Señor, quien confirmaba el mensaje de su inmerecido amor. Lo confirmaba haciendo milagros y maravillas por medio de ellos.