Los guardias comunicaron la respuesta a los jueces. Estos se asustaron cuando oyeron que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos.
Los que iban a interrogarlo se retiraron en seguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.
Buscaban la manera de arrestarlo, pero temían a la gente, porque esta lo consideraba un profeta.
Herodes quería matarlo, pero le tenía miedo a la gente, porque consideraban a Juan como un profeta.
»Pero, cuando los lleven a juicio ante las sinagogas, los gobernantes y las autoridades, no se preocupen de cómo van a defenderse o qué van a decir.
Al amanecer, los jueces mandaron a unos guardias al carcelero con esta orden: «Suelta a esos hombres».