Si la circuncisión es la marca del pueblo de Dios, nosotros somos entonces el verdadero pueblo. Y lo somos porque por medio del Espíritu adoramos a Dios, y nos sentimos orgullosos de pertenecer a Cristo Jesús. No creemos que podamos ser salvos por medio del esfuerzo humano.
Entonces, ¿por qué tratan ahora de oponerse a Dios? ¿Por qué quieren obligar a esos discípulos a obedecer leyes que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido obedecer?
Algunos hombres de Judea llegaron a Antioquía y se pusieron a enseñar a los creyentes. Les decían: «A menos que ustedes se circunciden, obedeciendo a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos».