escuchando a Pablo. Cuando Pablo vio que el hombre tenía fe para ser sanado,
Pedro, con Juan, mirándolo fijamente, le dijo: ―¡Míranos!
―¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.
―Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado. Al momento, recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: ―¡Hijo, tus pecados quedan perdonados!
Y, por la falta de fe de ellos, no hizo allí muchos milagros.
Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: ―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana en aquel momento.
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: ―Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe.
Entonces le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a ver todo con claridad.
―¿Qué quieres, Señor? —le preguntó Cornelio, mirándolo fijamente y con mucho miedo. ―Dios ha escuchado tus oraciones y ha visto cómo ayudas a los pobres —le contestó el ángel—.