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Referencias Cruzadas

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Hechos 13:39

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Ustedes no pudieron ser perdonados de esos pecados por la Ley de Moisés, pero todo el que cree recibe el perdón por medio de Jesús.

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40 Referencias Cruzadas  

Sin embargo, reconocemos que nadie es aceptado como justo delante de Dios por hacer las cosas que demanda la Ley. Somos aceptados como justos por creer en Jesucristo. Nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús. Así que somos aceptados como justos por la fe en él y no por hacer las cosas que demanda la Ley. Porque nadie será aceptado por Dios como justo por hacer esas cosas.

Gracias a Cristo, la Ley ya no es el medio de salvación. Al contrario, todo el que cree en Cristo es declarado justo.

La Ley no pudo liberarnos, porque nuestro pecado eliminó su poder. Por eso Dios envió a su propio Hijo en un cuerpo semejante al de nosotros los pecadores. Lo envió para que se ofreciera en sacrificio por el pecado, y de esa manera le quitó al pecado su poder.

Pues esta Ley no hizo a nadie perfecto. Y, por otra parte, se nos presenta algo mejor en qué confiar. Esa confianza nos permite acercarnos a Dios.

Pues, si crees de corazón, Dios te aceptará como justo y, si con tu boca confiesas que Cristo es el Señor, serás salvo.

Por lo tanto, ya no hay ningún castigo para los que están unidos a Cristo Jesús.

Desobedecer la Ley, en efecto, trae castigo. Pero, donde no hay Ley, tampoco hay culpable.

Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la Ley afecta a los que les fue entregada. Así nadie en el mundo dirá que es inocente, y todos serán declarados culpables delante de Dios.

En lo que respecta a la Ley, esta solo hizo que aumentara el pecado. Pero, allí donde abundó el pecado, el amor de Dios fue más abundante.

Hemos sido declarados justos por su muerte. Entonces, gracias a Cristo, ¡con mucha más razón seremos salvados del castigo de Dios!

La Ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inmerecido de Dios y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

Todo sacerdote celebra el culto día tras día. Una y otra vez ofrece los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados.

Pues es imposible que la sangre de los toros y de los chivos quite los pecados.

Hemos sido declarados justos por medio de la fe y, como resultado, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.

sino también para nosotros. Dios tomará en cuenta nuestra fe y nos verá como justos. Lo hará porque creemos en que él levantó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor.

De él dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados.

Les repito que todo el que se circuncida está obligado a obedecer toda la Ley.

En efecto, en las Escrituras ya se anunciaba que los no judíos serían declarados justos por medio de la fe. Así se lo había dicho Dios a Abraham. A él le dio esta buena noticia: «Por medio de ti bendeciré a todas las naciones».

Yo, por mi parte, creo que la Ley me condenó a morir, es decir, para la Ley estoy muerto, y ahora vivo para Dios.

Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido perdonados por Dios, y él ahora los considera santos y justos. Y todo eso lo hizo gracias al Señor Jesucristo y por medio de su Espíritu. Dios los ha lavado de toda esa maldad.

En cambio Israel, que se esforzaba en cumplir una Ley para ser aceptado, no fue aceptado por eso.

»Les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. No será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

»Les digo que este, y no aquel, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que se cree mejor que los demás será humillado, y el que se humilla será considerado el mejor».

―Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.

En esto se presentó un experto en la Ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: ―Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?

Por tanto, nadie será declarado justo delante de Dios por hacer lo que la Ley exige. Al contrario, mediante la Ley nos damos cuenta de que somos pecadores.




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