Entre tanto, Pedro seguía llamando. Cuando abrieron la puerta y lo vieron, quedaron pasmados.
―¡Estás loca! —le dijeron. Ella insistía en que así era, pero los otros decían: ―Debe de ser su ángel.
Con la mano Pedro les hizo señas de que se callaran, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. ―Cuéntenles esto a Santiago y a los otros creyentes —les dijo. Luego salió y se fue a otro lugar.
Llamó a la puerta de la calle, y salió a responder una criada llamada Rode.