Al reconocer la voz de Pedro, se puso tan contenta que volvió corriendo sin abrir. ―¡Pedro está a la puerta! —exclamó.
Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó: ―¿Tienen aquí algo de comer?
Así que las mujeres se alejaron a toda prisa de la tumba, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos.
Los habitantes de aquel lugar reconocieron a Jesús y avisaron a la gente de los alrededores. Entonces le llevaron a todos los enfermos,