De camino a Jerusalén, pasaron por Fenicia y Samaria. Allí contaron cómo los no judíos habían creído en Jesús. Estas noticias llenaron de alegría a todos los creyentes.
Cuando llegaron, reunieron a la iglesia y le informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. Les contaron cómo Dios había abierto la puerta de la fe a los no judíos.
Los creyentes de Roma, habiéndose enterado de nuestra situación, salieron hasta el Foro de Apio y Tres Tabernas a recibirnos. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimo.